LA INTEGRACIÓN SOCIAL TIENE UN ATAJO: LA PARTICIPACIÓN
Por: José María Olayo Martínez
Llevo más de 25 años observando no sin una gran dosis de decepción y rabia cómo aquello por lo que tantas personas hemos luchado y que hemos denominado integración social de las personas con discapacidad, no ha sido más que una simple quimera y un triste juego de fantasía. Siempre los mismos problemas (exclusión y desigualdad de oportunidades), los mismos defectos (paternalismo y conmiseración) y las mismas expectativas (marginación y desconocimiento).
Sigo sin entender cómo tantas y tantas personas en situación de discapacidad pero con suficientes posibilidades para luchar y salir a la calle a reclamar, a exigir sus derechos ciudadanos, se quedan en casa atrincherados, paralizados no se sabe muy bien por qué, esperando quizás el maná que llueva del cielo. Conozco muchas personas en situación de discapacidad habitualmente encerradas entre sus cuatro paredes que salen a la calle siempre con personas como ellas, a los mismos sitios y a las mismas horas, evitando siempre nuevos contactos sociales, nuevos horizontes, experiencias distintas.
Se quejan de que la sociedad no les integra, que les margina y no atiende a sus necesidades. Y yo me pregunto ¿se han mostrado de forma clara y precisa las verdaderas necesidades de las personas en situación de discapacidad? ¿Quiénes son esas personas? ¿Qué piden? ¿En qué consisten sus limitaciones? Lo cierto es que estamos ante una pescadilla que se muerde la cola: la sociedad no integra a las personas con discapacidad porque éstas no participan, lo que hace que se desconozcan sus necesidades, su propia realidad personal.
Cansado de tener como estéril horizonte la lucha por la plena integración social de estas personas marginadas socialmente y ya adentrados en el siglo XXI, he pensado que lo mejor es buscar un atajo que nos permita lograr el objetivo y en el menor tiempo posible. Y ese atajo es LA PARTICIPACIÓN.
Os propongo para ello que nos apoyemos en dos ideas que me parecen muy oportunas para el caso. Una es de Francis Bacon y dice así: la ocasión hay que crearla, no esperar a que llegue; la otra es de José Cabrera: lo importante en la vida no es lo que te ocurre, sino lo que tú haces con lo que te ocurre.
En el siglo de la Colaboración lo que toca es que todas las personas puedan ejercer su derecho a una participación social activa. Por ello, es hora de levantarse y ponerse en marcha; salir a la calle, mostrar las diferencias, enseñarle a todos los ciudadanos y organismos públicos y privados cuáles son las necesidades que cada uno tiene. Que todos caigamos en la cuenta por fin de que son las actitudes de discriminación y no las limitaciones funcionales las que impiden o limitan la pertenencia a la colectividad.
Os propongo cambiar el paso y, más aún, el rumbo.
No perdamos más el tiempo simulando o inventando la realidad. Tanto el optimista como el pesimista tienen razón porque la botella está medio llena. Lo que verdaderamente importa es que cada uno de nosotros elegimos verla medio llena o vacía y con nuestra elección -en clave positiva o negativa- construimos nuestra realidad. Necesitamos pensar y sentir en positivo, incrementar nuestra confianza en nosotros mismos y no dudar ni un instante en nuestra propia capacidad para aprender del día a día y superar las dificultades con que nos encontramos.
Os propongo cambiar el paso, acelerar nuestras pulsaciones emocionales orientadas a la relación con los demás e, incluso, cambiar directamente el rumbo. Hay que mirar hacia delante, de cara, exigiendo lo más elemental (participar y compartir) y planteando nuevas ideas y estrategias que nos permitan a todos disfrutar de las oportunidades que la sociedad nos brinda para que cada cual satisfaga sus expectativas e intereses personales.
Cambiando el rumbo conseguiremos que el modelo social de promoción de la uniformidad dé paso a un nuevo y más atrevido modelo basado en la cultura de la diversidad; tenemos que conseguir que en nuestra sociedad lo único uniforme sea el derecho a la dignidad y la igualdad, para que podamos vivir de acuerdo con nuestras ideas y expectativas y con las mismas oportunidades sociales.
Os pido que seáis optimistas y salgamos a la calle a participar en todos los ámbitos de participación social: vayamos al teatro como los demás, al cine, a hacer deporte en las mismas instalaciones que los demás, a la compra, a tomar una copa, a trabajar, a estudiar, escribamos en los periódicos y revistas, denunciemos con cariño pero de forma contundente cualquier injusticia o actitud paternalista; utilicemos el impresionante desarrollo técnico y tecnológico de forma inteligente para que nos permita desarrollar al máximo nuestro grado de autonomía personal.; tenemos que conseguir depender cada vez menos de los demás.
El atajo es la participación: que se nos vea, que se visualicen nuestras necesidades, nuestras expectativas e intereses; todo el mundo debe poder utilizar el entorno y los servicios comunitarios de la manera más autónoma posible y en igualdad de condiciones. Es un derecho irrenunciable y no puedes quedarte en casa esperando a que un día alguien llame a tu puerta a anunciarte que ya se consiguió. Muéstrate, levanta el culo, grita, pelea, participa, exige lo que es tuyo, vente a dar una vuelta, nos tomamos una caña y nos contamos las cosas que nos pasan por la cabeza y los sueños aún no realizados. ¿Te atreves? La sociedad no es algo abstracto y etéreo; somos Pepe, Juan. Silvia, Belinda, Mónica, Rafa, Santi, Manuela y así hasta cuarenta y tantos millones de personas con nombre y apellidos; somos de carne y hueso y, también, en muchos momentos a lo largo de la vida, experimentamos lo que es una situación de discapacidad a causa de un accidente, lesión, enfermedad o envejecimiento. ¿Es tan difícil llegar a conocer las dificultades y las necesidades que se pueden tener en todos estos casos? Lo dicho: no esperes a que te integren. ¡PARTICIPA¡
No hay comentarios:
Publicar un comentario