MANIFESTACIÓN EN VALENCIA
Miles de personas
reclaman en la calle
la aplicación de la Ley
de Dependencia
Los participantes lucieron camisetas de color
naranja a modo de protesta y corearon
lemas como "menos trajes y más ayudas"
La marcha recorrió las principales calles de la capital de la Comunidad y acabó en la plaza de la Virgen
M. A. MONTESINOS
J. V. PAÑOS
Miles de personas -cerca de 10.000 según los organizadores y unas 3.500 según fuentes de la Policía Local?- acudieron ayer a la manifestación organizada en Valencia por las Plataformas en defensa de la Ley de Dependencia de la Comunidad, para exigir sus prestaciones "dos años y cinco meses después de su entrada en vigor". La llamada "marcha naranja" -por el color escogido como símbolo de lucha- recorrió las principales calles del centro de la capital autonómica hasta la plaza de la Virgen. Cerca de un millar de personas acudieron desde la provincia de Alicante.
Los asistentes portaban pancartas en las que se podían leer "¿Boicot o descontrol?", "Camps y Cotino marginan a las valencianas y valencianos en situación de dependencia" o "Señor Camps, ¿quiere proteger a la familia? Ahora puede demostrarlo. ¡Justicia para los dependientes ya". También se pudo ver un traje con los bolsillos llenos de billetes de 500 euros en el que se leía "regalo traje a cambio de una ayuda (a la dependencia)".
La portavoz de la plataforma en Valencia, Palmira Castellano, destacó que "estamos aquí para exigir que no se de ni un paso atrás en la aplicación de los servicios sociales" y reclamó una "red pública de servicios sociales, no queremos que se privatice". Así, apuntó que "con el sistema que están utilizando, sólo se está consiguiendo que la situación se ralentice y que el usuario reciba prácticamente los mismo que tenía antes". "Exigimos el derecho a convertirnos en ciudadanos de primera, como el resto de autonomías españolas". El manifiesto, entre otros aspectos, indició en que "es inaceptable que no se haya reconocido ni una sola prestación de asistente personal", "es ilegal que no se reconozca la retroactividad del derecho desde el momento de la solicitud" o que "no es posible que seamos la penúltima comunidad en número de solicitudes de atención a la situación de dependencia".
Vos,tu,mi,vida cotidiana, esta llena de nubes y claros... No hay nada si no escuchas con el silencio. Siempre suelo ver la botella medio llena.
lunes, 18 de mayo de 2009
Pablo Pineda: "Mi entorno me ha estimulado, no soy excepcional"
Pablo Pineda: "Mi entorno me ha estimulado, no soy excepcional"
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Pablo Pineda posa en la biblioteca de Educación y Psicología, donde pasó "muchísimas" horas durante la carrera. (Imagen: Martín Mesa)
Diplomado en Magisterio de Educación Especial, es el primer español con síndrome de Down que termina una carrera.
Ha rodado una película de ficción, 'Yo también'.
Tiene 34 años y ahora estudia Psicopedagogía y oposiciones.
Durante la entrevista en la Facultad de Ciencias de la Educación de Málaga, Pablo Pineda recibe el saludo de un conserje y varios profesores. Incluso, unas estudiantes piden hacerse una fotografía con él. "Tu caso aparece citado en muchos de nuestros apuntes", le confiesan.
Quizá haya gente que piense: "Pablo ha estudiado una carrera porque es poco Down". El poco o el mucho no afecta. Lo que afecta es lo que rodea a ese niño. La familia es fundamental.
¿Su familia es distinta? Los padres de los hijos con Down suelen tratarles siempre como a un niño.
Mi madre también se comporta así conmigo. Ya, pero es más acusado con el síndrome de Down. Se nos sobreprotege y se nos trata entre algodones. Incluso, algunos prefieren que no vayamos al colegio. Mi familia me trata como a un hijo y no como un síndrome de Down. Mis padres siempre me han exigido que entre, salga y tenga amigos, que no me quede en casa. Defendieron que yo estuviese escolarizado. Un consejo sería que se estimule mucho al niño y se confíe en sus posibilidades.
Mis padres siempre me han exigido que entre, salga y tenga amigos, que no me quede en casa
¿La integración es que todos los Down lleguen a la universidad como usted? La palabra integración no me gusta. Es un poco fascistoide: si eres imperfecto, tienes que adaptarte a la sociedad, que es perfecta. Yo opto por la normalización. Significa lo contrario, que la sociedad se adapte a la diferencia. En esa normalización no hay sitio para la enfermedad.
¿Tiene capacidades excepcionales? Más bien me considero una persona privilegiada por topar con unos padres que han querido que fuese autónomo. Y unos vecinos y amigos que me han apoyado. Las personas con Down son un reflejo del entorno. Si no se les estimula...
¿Es la única persona con Down que tiene un título universitario? En Europa, sí. En el mundo, no sé.
¿Eso significa que se han estado haciendo las cosas muy mal? La solución es aparentemente fácil: tratar a la gente como personas... Sí. La sociedad quiere hacer difícil lo fácil. Infravalora lo diferente. Prejuzga lo diferente, lo que no sea hombre blanco, con dinero y guapo.
La sociedad quiere hacer difícil lo fácil. Infravalora y prejuzga lo diferente.
¿Le molesta que le llamen enfermo? Es la plasmación de esos prejuicios en el síndrome de Down. Enfermedad y síndrome no son lo mismo.
¿Qué es el síndrome? En el par 21 de cromosomas no hay dos, sino tres cromosomas. Tenemos dificultades en el lenguaje, rasgos faciales achinados, procesamos más lento la información y algunos tienen patologías cardiacas. Nuestro tono muscular es menor, lo que supone más flexibilidad. Puedo cruzar las piernas perfectamente [Pablo logra sentarse con ambos tobillos sobre sus muslos opuestos]. Tú no.
Esto más bien parece una capacidad. Exactamente, ése es el tema.
Vuestra esperanza de vida es menor. Sí, por el envejecimiento neuronal.
¿Le asusta eso? Me asusta, claro. Quiero vivir (risas).
Protagoniza una película. Yo también es una película con paralelismos con mi vida, pero una ficción. Un chico con Down, yo, se enamora de una chica, Lola Dueñas.
¿Tiene pareja? Por ahora, no. Pero me lo tomo con filosofía. No hago una tragedia.
¿Querría tener hijos con el síndrome? Si uno se pone a escoger, siempre escoge lo mejor. Pero yo no tendría ninguna objeción a que fuese Down. Lo importante es que sea tu hijo.
No quiero cambiar mis rasgos con cirugía. ¿Por qué existe esa opción?
¿Cuándo lo has pasado peor? En segundo de BUP lo pasé mal. Me miraban por encima del hombro y me dejaban solo. Pero si comparo a los adolescentes de entonces (en los 90) con los de ahora y el acoso escolar, prefiero a los de mi tiempo.
¿Y su momento más feliz? Al acabar el instituto. En el acto de entrega del título daban unos premios, y uno fue para mí. Fue un momento muy potente. El salón de actos estaba lleno, y subirme allí... Me vitorearon. Mi madre no podía ni levantarse. Fue sobrecogedor.
¿Fue el primer reconocimiento? No, fue el primer reconocimiento de los jóvenes, mis iguales. Los mayores valoran más la tenacidad.
Un Down que estudió para maestro. A un prejuicioso le sonaría a vacile. (Risas). Me gustan mucho los niños. Tengo alma de enseñante.
¿Ha pensado en eliminar con cirugía sus rasgos faciales? Nunca. Soy feliz como soy.
Yo tengo mérito, sí, pero, ¿tanto? Nadie habla de las familias que lo pasan mal
¿Qué piensa de la gente que lo hace? Quizá los padres creen que así se hace más fácil la vida de su hijo. Entonces no aceptan al hijo como es. ¿Por qué existe siquiera la opción?
¿Qué errores solemos cometer los periodistas al entrevistarle? Decís que sufro Down, cuando en realidad lo tengo.
¿Teme que los medios de comunicación lo idealicemos en exceso? Sí. Soy un chico con síndrome de Down que hace lo que uno normal. Tiene mérito, sí, pero ¿tanto? Nadie habla de muchas familias con hijos que sufren. Ellos sí tienen mérito.
EN DOS PALABRAS...
"Soy progresista y católico crítico"
¿Un lugar para relajarse? La playa.
¿Una causa por la que luchar? Rebelarse contra la injusticia.
Un libro. Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez.
Una canción. El universo sobre mí, de Amaral.
Una persona a la que parecerse. Martin Luther King.
Ideología. Soy progresista. No quiero hacer demagogia, pero el mundo ha avanzado gracias a los progresistas.
¿La última vez que lloró? Hace unos días, en una entrevista en la que hablé del amor y la soledad.
¿Qué le hace sentirse mejor? La lucha diaria.
¿Qué detesta? La hipocresía.
¿Qué otra cosa podría haber estudiado? Historia.
Una manía. Mordisquear bolígrafos y jugar con ellos en mis manos.
Un hobby. Escuchar música.
¿Cómo salimos de la crisis? Los valores están en crisis. Es el momento de cambiarlos.
¿Qué ha hecho que pensó que nunca haría? La película. Jamás pensé que me haría actor.
¿Es religioso? Yo soy católico, pero no practico. Soy muy crítico con la Conferencia Episcopal. Antes iba más a misa. Esa visión crítica ha hecho que no vaya
lunes, 4 de mayo de 2009
PARTICIPACIÓN
LA INTEGRACIÓN SOCIAL TIENE UN ATAJO: LA PARTICIPACIÓN
Por: José María Olayo Martínez
Llevo más de 25 años observando no sin una gran dosis de decepción y rabia cómo aquello por lo que tantas personas hemos luchado y que hemos denominado integración social de las personas con discapacidad, no ha sido más que una simple quimera y un triste juego de fantasía. Siempre los mismos problemas (exclusión y desigualdad de oportunidades), los mismos defectos (paternalismo y conmiseración) y las mismas expectativas (marginación y desconocimiento).
Sigo sin entender cómo tantas y tantas personas en situación de discapacidad pero con suficientes posibilidades para luchar y salir a la calle a reclamar, a exigir sus derechos ciudadanos, se quedan en casa atrincherados, paralizados no se sabe muy bien por qué, esperando quizás el maná que llueva del cielo. Conozco muchas personas en situación de discapacidad habitualmente encerradas entre sus cuatro paredes que salen a la calle siempre con personas como ellas, a los mismos sitios y a las mismas horas, evitando siempre nuevos contactos sociales, nuevos horizontes, experiencias distintas.
Se quejan de que la sociedad no les integra, que les margina y no atiende a sus necesidades. Y yo me pregunto ¿se han mostrado de forma clara y precisa las verdaderas necesidades de las personas en situación de discapacidad? ¿Quiénes son esas personas? ¿Qué piden? ¿En qué consisten sus limitaciones? Lo cierto es que estamos ante una pescadilla que se muerde la cola: la sociedad no integra a las personas con discapacidad porque éstas no participan, lo que hace que se desconozcan sus necesidades, su propia realidad personal.
Cansado de tener como estéril horizonte la lucha por la plena integración social de estas personas marginadas socialmente y ya adentrados en el siglo XXI, he pensado que lo mejor es buscar un atajo que nos permita lograr el objetivo y en el menor tiempo posible. Y ese atajo es LA PARTICIPACIÓN.
Os propongo para ello que nos apoyemos en dos ideas que me parecen muy oportunas para el caso. Una es de Francis Bacon y dice así: la ocasión hay que crearla, no esperar a que llegue; la otra es de José Cabrera: lo importante en la vida no es lo que te ocurre, sino lo que tú haces con lo que te ocurre.
En el siglo de la Colaboración lo que toca es que todas las personas puedan ejercer su derecho a una participación social activa. Por ello, es hora de levantarse y ponerse en marcha; salir a la calle, mostrar las diferencias, enseñarle a todos los ciudadanos y organismos públicos y privados cuáles son las necesidades que cada uno tiene. Que todos caigamos en la cuenta por fin de que son las actitudes de discriminación y no las limitaciones funcionales las que impiden o limitan la pertenencia a la colectividad.
Os propongo cambiar el paso y, más aún, el rumbo.
No perdamos más el tiempo simulando o inventando la realidad. Tanto el optimista como el pesimista tienen razón porque la botella está medio llena. Lo que verdaderamente importa es que cada uno de nosotros elegimos verla medio llena o vacía y con nuestra elección -en clave positiva o negativa- construimos nuestra realidad. Necesitamos pensar y sentir en positivo, incrementar nuestra confianza en nosotros mismos y no dudar ni un instante en nuestra propia capacidad para aprender del día a día y superar las dificultades con que nos encontramos.
Os propongo cambiar el paso, acelerar nuestras pulsaciones emocionales orientadas a la relación con los demás e, incluso, cambiar directamente el rumbo. Hay que mirar hacia delante, de cara, exigiendo lo más elemental (participar y compartir) y planteando nuevas ideas y estrategias que nos permitan a todos disfrutar de las oportunidades que la sociedad nos brinda para que cada cual satisfaga sus expectativas e intereses personales.
Cambiando el rumbo conseguiremos que el modelo social de promoción de la uniformidad dé paso a un nuevo y más atrevido modelo basado en la cultura de la diversidad; tenemos que conseguir que en nuestra sociedad lo único uniforme sea el derecho a la dignidad y la igualdad, para que podamos vivir de acuerdo con nuestras ideas y expectativas y con las mismas oportunidades sociales.
Os pido que seáis optimistas y salgamos a la calle a participar en todos los ámbitos de participación social: vayamos al teatro como los demás, al cine, a hacer deporte en las mismas instalaciones que los demás, a la compra, a tomar una copa, a trabajar, a estudiar, escribamos en los periódicos y revistas, denunciemos con cariño pero de forma contundente cualquier injusticia o actitud paternalista; utilicemos el impresionante desarrollo técnico y tecnológico de forma inteligente para que nos permita desarrollar al máximo nuestro grado de autonomía personal.; tenemos que conseguir depender cada vez menos de los demás.
El atajo es la participación: que se nos vea, que se visualicen nuestras necesidades, nuestras expectativas e intereses; todo el mundo debe poder utilizar el entorno y los servicios comunitarios de la manera más autónoma posible y en igualdad de condiciones. Es un derecho irrenunciable y no puedes quedarte en casa esperando a que un día alguien llame a tu puerta a anunciarte que ya se consiguió. Muéstrate, levanta el culo, grita, pelea, participa, exige lo que es tuyo, vente a dar una vuelta, nos tomamos una caña y nos contamos las cosas que nos pasan por la cabeza y los sueños aún no realizados. ¿Te atreves? La sociedad no es algo abstracto y etéreo; somos Pepe, Juan. Silvia, Belinda, Mónica, Rafa, Santi, Manuela y así hasta cuarenta y tantos millones de personas con nombre y apellidos; somos de carne y hueso y, también, en muchos momentos a lo largo de la vida, experimentamos lo que es una situación de discapacidad a causa de un accidente, lesión, enfermedad o envejecimiento. ¿Es tan difícil llegar a conocer las dificultades y las necesidades que se pueden tener en todos estos casos? Lo dicho: no esperes a que te integren. ¡PARTICIPA¡
Por: José María Olayo Martínez
Llevo más de 25 años observando no sin una gran dosis de decepción y rabia cómo aquello por lo que tantas personas hemos luchado y que hemos denominado integración social de las personas con discapacidad, no ha sido más que una simple quimera y un triste juego de fantasía. Siempre los mismos problemas (exclusión y desigualdad de oportunidades), los mismos defectos (paternalismo y conmiseración) y las mismas expectativas (marginación y desconocimiento).
Sigo sin entender cómo tantas y tantas personas en situación de discapacidad pero con suficientes posibilidades para luchar y salir a la calle a reclamar, a exigir sus derechos ciudadanos, se quedan en casa atrincherados, paralizados no se sabe muy bien por qué, esperando quizás el maná que llueva del cielo. Conozco muchas personas en situación de discapacidad habitualmente encerradas entre sus cuatro paredes que salen a la calle siempre con personas como ellas, a los mismos sitios y a las mismas horas, evitando siempre nuevos contactos sociales, nuevos horizontes, experiencias distintas.
Se quejan de que la sociedad no les integra, que les margina y no atiende a sus necesidades. Y yo me pregunto ¿se han mostrado de forma clara y precisa las verdaderas necesidades de las personas en situación de discapacidad? ¿Quiénes son esas personas? ¿Qué piden? ¿En qué consisten sus limitaciones? Lo cierto es que estamos ante una pescadilla que se muerde la cola: la sociedad no integra a las personas con discapacidad porque éstas no participan, lo que hace que se desconozcan sus necesidades, su propia realidad personal.
Cansado de tener como estéril horizonte la lucha por la plena integración social de estas personas marginadas socialmente y ya adentrados en el siglo XXI, he pensado que lo mejor es buscar un atajo que nos permita lograr el objetivo y en el menor tiempo posible. Y ese atajo es LA PARTICIPACIÓN.
Os propongo para ello que nos apoyemos en dos ideas que me parecen muy oportunas para el caso. Una es de Francis Bacon y dice así: la ocasión hay que crearla, no esperar a que llegue; la otra es de José Cabrera: lo importante en la vida no es lo que te ocurre, sino lo que tú haces con lo que te ocurre.
En el siglo de la Colaboración lo que toca es que todas las personas puedan ejercer su derecho a una participación social activa. Por ello, es hora de levantarse y ponerse en marcha; salir a la calle, mostrar las diferencias, enseñarle a todos los ciudadanos y organismos públicos y privados cuáles son las necesidades que cada uno tiene. Que todos caigamos en la cuenta por fin de que son las actitudes de discriminación y no las limitaciones funcionales las que impiden o limitan la pertenencia a la colectividad.
Os propongo cambiar el paso y, más aún, el rumbo.
No perdamos más el tiempo simulando o inventando la realidad. Tanto el optimista como el pesimista tienen razón porque la botella está medio llena. Lo que verdaderamente importa es que cada uno de nosotros elegimos verla medio llena o vacía y con nuestra elección -en clave positiva o negativa- construimos nuestra realidad. Necesitamos pensar y sentir en positivo, incrementar nuestra confianza en nosotros mismos y no dudar ni un instante en nuestra propia capacidad para aprender del día a día y superar las dificultades con que nos encontramos.
Os propongo cambiar el paso, acelerar nuestras pulsaciones emocionales orientadas a la relación con los demás e, incluso, cambiar directamente el rumbo. Hay que mirar hacia delante, de cara, exigiendo lo más elemental (participar y compartir) y planteando nuevas ideas y estrategias que nos permitan a todos disfrutar de las oportunidades que la sociedad nos brinda para que cada cual satisfaga sus expectativas e intereses personales.
Cambiando el rumbo conseguiremos que el modelo social de promoción de la uniformidad dé paso a un nuevo y más atrevido modelo basado en la cultura de la diversidad; tenemos que conseguir que en nuestra sociedad lo único uniforme sea el derecho a la dignidad y la igualdad, para que podamos vivir de acuerdo con nuestras ideas y expectativas y con las mismas oportunidades sociales.
Os pido que seáis optimistas y salgamos a la calle a participar en todos los ámbitos de participación social: vayamos al teatro como los demás, al cine, a hacer deporte en las mismas instalaciones que los demás, a la compra, a tomar una copa, a trabajar, a estudiar, escribamos en los periódicos y revistas, denunciemos con cariño pero de forma contundente cualquier injusticia o actitud paternalista; utilicemos el impresionante desarrollo técnico y tecnológico de forma inteligente para que nos permita desarrollar al máximo nuestro grado de autonomía personal.; tenemos que conseguir depender cada vez menos de los demás.
El atajo es la participación: que se nos vea, que se visualicen nuestras necesidades, nuestras expectativas e intereses; todo el mundo debe poder utilizar el entorno y los servicios comunitarios de la manera más autónoma posible y en igualdad de condiciones. Es un derecho irrenunciable y no puedes quedarte en casa esperando a que un día alguien llame a tu puerta a anunciarte que ya se consiguió. Muéstrate, levanta el culo, grita, pelea, participa, exige lo que es tuyo, vente a dar una vuelta, nos tomamos una caña y nos contamos las cosas que nos pasan por la cabeza y los sueños aún no realizados. ¿Te atreves? La sociedad no es algo abstracto y etéreo; somos Pepe, Juan. Silvia, Belinda, Mónica, Rafa, Santi, Manuela y así hasta cuarenta y tantos millones de personas con nombre y apellidos; somos de carne y hueso y, también, en muchos momentos a lo largo de la vida, experimentamos lo que es una situación de discapacidad a causa de un accidente, lesión, enfermedad o envejecimiento. ¿Es tan difícil llegar a conocer las dificultades y las necesidades que se pueden tener en todos estos casos? Lo dicho: no esperes a que te integren. ¡PARTICIPA¡
domingo, 3 de mayo de 2009
Hablar por nosotros mismos
Tenemos el privilegio de asistir a un fenómeno singular: la última edición del “plan renove” del Auxilio Social (http://es.wikipedia.org/wiki/Auxilio_Social)...
Es la historia en plenitud! Se trata de algo verdaderamente digno de investigación... Animemos a académicos de lo social, politólogos, antropólogos... Fornidos, doctorandos o becarios... Del periodismo y de la historia... Y, en algunos casos y momentos, de la criminología.Esto ya empieza a parecer una especie de “dejávu” recurrente....
Una letanía que permite mantener obesos zombies en una opulencia embolsada engullendo libertades y haciendo presa en las vidas ajenas.Me resulta muy difícil creer en que por esa vía se puedan alcanzar objetivos aceptables desde los presupuestos que aquí manejamos sobre independencia, inclusión, apoyos, derechos... Pero que muy difícil.No me veo capaz de delegar claudicando ante un “plan renove”... Es más, animo a quienes se han involucrado en la defensa y promoción de nuestros derechos y a quienes se han “partido la cara” por los principio de Vida Independiente a ocupar espacios estructurales, formales, para HABLAR POR NOSOTROS MISMOS y ser nuestros propios interlocutores, marcando el camino sin derivas caciquiles ni atajos hacia el pasado.Se ve venir...
Cuando una persona ha experimentado con intensidad durante mucho tiempo un medio ambiente, un ecosistema particular, aunque no tenga una formación científica particular que le sirva para poder interpretar los hechos ecológicos particulares y los sucesos que ocurren en ese medio, puede haber llegado de forma empírica a una especie de sintonía corporal y mental con el espacio en el que se desenvuelve, de tal manera que su intuición desarrollada le sirve para anticipar los cambios, alteraciones, convulsiones... situaciones de calma y de peligro. Me temo que a muchos de nosotros, ante este panorama, la intuición y la comprensión difusa del medio, nos enciende el estado de alerta...
Y eso es incompatible con la tranquilidad.Por eso, me gustaría hacer memoria, para que quienes no lo vean venir lo tengan más claro.http://blogs.periodistadigital.com/sillaruedas.php/2007/02/22/gatopardos-a-gogoY luego, habrá que pensar en como no dejar que los árboles que plantamos sean arrasados con nuestro aplauso.Yo estoy dispuesto a seguir plantando árboles para que quienes vengan tengan frutos, sombra, madera... pero si uno echa margaritas a los cerdos es de esperar que se las coman ¿o no?
Antón Novoa
Es la historia en plenitud! Se trata de algo verdaderamente digno de investigación... Animemos a académicos de lo social, politólogos, antropólogos... Fornidos, doctorandos o becarios... Del periodismo y de la historia... Y, en algunos casos y momentos, de la criminología.Esto ya empieza a parecer una especie de “dejávu” recurrente....
Una letanía que permite mantener obesos zombies en una opulencia embolsada engullendo libertades y haciendo presa en las vidas ajenas.Me resulta muy difícil creer en que por esa vía se puedan alcanzar objetivos aceptables desde los presupuestos que aquí manejamos sobre independencia, inclusión, apoyos, derechos... Pero que muy difícil.No me veo capaz de delegar claudicando ante un “plan renove”... Es más, animo a quienes se han involucrado en la defensa y promoción de nuestros derechos y a quienes se han “partido la cara” por los principio de Vida Independiente a ocupar espacios estructurales, formales, para HABLAR POR NOSOTROS MISMOS y ser nuestros propios interlocutores, marcando el camino sin derivas caciquiles ni atajos hacia el pasado.Se ve venir...
Cuando una persona ha experimentado con intensidad durante mucho tiempo un medio ambiente, un ecosistema particular, aunque no tenga una formación científica particular que le sirva para poder interpretar los hechos ecológicos particulares y los sucesos que ocurren en ese medio, puede haber llegado de forma empírica a una especie de sintonía corporal y mental con el espacio en el que se desenvuelve, de tal manera que su intuición desarrollada le sirve para anticipar los cambios, alteraciones, convulsiones... situaciones de calma y de peligro. Me temo que a muchos de nosotros, ante este panorama, la intuición y la comprensión difusa del medio, nos enciende el estado de alerta...
Y eso es incompatible con la tranquilidad.Por eso, me gustaría hacer memoria, para que quienes no lo vean venir lo tengan más claro.http://blogs.periodistadigital.com/sillaruedas.php/2007/02/22/gatopardos-a-gogoY luego, habrá que pensar en como no dejar que los árboles que plantamos sean arrasados con nuestro aplauso.Yo estoy dispuesto a seguir plantando árboles para que quienes vengan tengan frutos, sombra, madera... pero si uno echa margaritas a los cerdos es de esperar que se las coman ¿o no?
Antón Novoa
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